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No es oro todo lo que reluce

  • Publicado el 01 de Junio de 2015
  • Manuel Gómez

No puedo, ni quiero, resistir la tentación de comentar las sensaciones, propias y compartidas, que despertó la última edición de Graphispag. Y he escogido el término “sensaciones” para dejar muy claro que no hablo de la feria en sí, de sus objetivos y sus logros; a ese respecto, siempre me alegraré de que las personas que se dejan la piel en el noble empeño de montar el evento acaben con la satisfacción del deber cumplido, y que sigan trabajando para próximas ediciones. Desde el punto de vista de organizadores y expositores, en general, parece que ha quedado “un buen sabor de boca”. Las cifras de visitantes y operaciones han cumplido con las expectativas y eso siempre debe alegrarnos.

Yo hablo de “sensaciones” porque parece que siempre establecemos una especie de correspondencia entre el montaje de la feria -en cuanto a tamaño, visitantes y contenidos-  y el propio mercado gráfico. En este aspecto, me parece normal percibir una relación entre un mercado cuyo tamaño ha decrecido en torno al 50% desde el comienzo de esta horrible crisis y una feria a la que le ha pasado tres cuartos de los mismo; pero, en algunos aspectos, puede resultar peligrosamente erróneo. Dejando claro, pues, que siempre defenderé la utilidad de Graphispag, ya sólo queda desear que siga adelante con fuerza.

Parece que casi la mitad de los visitantes fueron impresores, con lo que conozco sus opiniones; pero vamos a  imaginarnos también a una persona joven, recién llegada al sector gráfico, y pensemos en la primera impresión que le produce lo que ve en la feria (si nos empeñamos en que hay una correlación entre las dos realidades). Puede percibir un mundo digital, de pequeñas empresas (o multinacionales, pero con exposiciones muy medidas) y que parece dejar entrever que es un mercado no muy grande. Y, sobre todo, que no existe nada más que “lo” digital. Que no hay industria más allá. Que el Offset es cosa del pasado.

Y es en ese momento cuando me pregunto qué es lo que ha cambiado tanto como para que, justo antes del comienzo de la crisis, las organizaciones (ahora casi desaparecidas, en cuanto a su “locuacidad”) hablaran de decenas de millones de miles de euros facturados, decenas de miles de empresas, centenares de miles de trabajadores… y hoy hayan casi desaparecido, en cuanto a mensajes de optimismo se refiere. Ya sólo se oye hablar de cambio obligado y urgente, de elementos “salvadores” como la realidad aumentada o la impresión 3D… 

Y, desde luego, no voy a ser yo quien cuestione esa visión (tentaciones no me faltan), no es ese el objeto de este artículo. Es discutir esa posible percepción, basada en lo que hemos visto en Barcelona, de que el Offset no tiene peso en el presente. Y es que una cosa es que los fabricantes de maquinaria de impresión no vayan a una feria y otra, muy distinta, es que el mercado de la impresión sea ya digital. Se cree que en los dos últimos ejercicios se han vendido algo así como ocho máquinas nuevas de hoja, entre los dos años; por supuesto, ha habido movimiento de máquinas de segunda mano, difíciles de conocer cuantitativamente.

Sin entrar en más detalles, ya queda claro una de las razones de peso para que los grandes fabricantes de maquinaria no hayan venido: no hay mercado que justifique semejante inversión, en este momento. Es más barato llevar a los pocos posibles compradores a cualquier punto de Europa a que vean una máquina que traerla, montarla y desmontarla, en un evento en el que no se va a vender. O se hará con una rebaja que hace aún menos rentable el intento. Evidentemente, estos grandes fabricantes tienen, además, no pocos problemas derivados de la dificultad para seguir fabricando y colocando máquinas al ritmo al que estaban acostumbrados.

Vuelvo a ese mercado nuestro en el que parece que no hay ya Offset. Siempre resulta difícil, en España, conseguir según qué tipo de información objetiva, pero hay algo que sí podemos decir: sigue habiendo miles de empresas, muchas decenas de miles de trabajadores, y seguimos facturando muchos miles de millones de euros en impresión Offset. Y no voy a entrar en compararlo con el mercado de la impresión digital, ni en tamaño ni en cómo se está configurando.

Todos tenemos in mente ejemplos muy sonados de empresas de éxito, tenemos una idea clara de cómo se ha ido articulando el mercado que se llamó transpromo (generalmente asociado a grandes cuentas y en manos de empresas de tamaños considerables), la escabechina de precios que (otra vez) están haciendo las editoriales en la impresión de libros en digital (haciendo competir capacidades tan diferentes como las del tóner y las del inkjet) y el tamaño y facturación que van teniendo las empresas que apuestan por la impresión digital de formatos grandes. Hay lo que hay. ¿Cabe en esa estructuración todo lo que hay en las llamadas artes gráficas? No, por supuesto que no.

Pero mi empeño sigue siendo, basado en demasiados años de trabajo y de una actividad que se basa en rentabilizar empresas en base a hacerlas funcionar mejor (más de 150, en España y Portugal), que el futuro es bastante incierto y que hay que tener las ideas muy claras; que una máquina no es una solución en sí misma y que meterse en nuevos sectores debe ser como consecuencia de un estudio lo más serio posible.

Y que aún nos queda el suficiente recorrido con el Offset como para no ponernos excesivamente nerviosos y cometer errores insalvables. Vamos a ganar dinero con lo que hacemos, que se puede, y vamos a estar muy atentos a todo lo que viene, en espera de “ver la luz”, Y se me ocurre describir, muy por encima, una empresa- tipo de offset, de las que “se manejan” bien en la pelea diaria, por aquello de reivindicar que, por mucho que el futuro sea el que sea, hoy es posible tener una industria gráfica rentable, sin necesidad de hacer cambios tan drásticos como parece que se nos proponen. Insisto, hoy; mañana, ya veremos. Si estamos.

Pienso en una estructura basada en una sección de preimpresión en torno a un CtP y pruebas de contrato, una impresora digital de tóner capaz de hacer ferros grapados e imprimir dignamente tiradas muy cortas, una impresora inkjet con tecnología y un ancho suficiente como para hacer cosas que nuestros clientes pidan, y algunos elementos sencillos y baratos de acabado. En impresión, Offset de hoja 70x100, de cambio automático, CIP 3 y medida de color en línea (pagando un leasing); quizá alguna más pequeña, de las que hubiera antes en el talles, para esas cosillas que los clientes habituales “nos cuelan”; y poco más, aparte de los útiles necesarios para la actividad, como guillotina, una plegadora sencilla, carretilla, volteadora….

Con 15 personas, entre mano de obra directa e indirecta e incluyendo al dueño como cobrador de un salario interesante, esta empresa puede tener dos turnos en prepress e impresión, con el resto de la gente a un turno. En el mercado comercial puro (ese al que hay que ir con el cuchillo entre los dientes) un taller así puede facturar (clientes nuestros lo hacen) en torno a 2.300.000 euros/año, con un beneficio de entre 150.000 y 200.000 euros.

Y si esto es cierto (que lo es, rigurosamente), se me ocurren dos preguntas: ¿Qué tiene de malo un negocio así, aparte de que “se vive” peor que antes? O ¿Va a desaparecer, de repente, un mercado de miles de millones de euros?  Y ¿En un mercado tan grande es tan difícil colocar empresas así? Pero “la pregunta del millón” sería: ¿De verdad hay que cerrarlo todo e invertir alocadamente, hoy mejor que mañana, en lo que se nos pone por delante? Cada cual que se responda a sí mismo.

Yo no cuestiono que el futuro es incierto, parece diferente, es necesario estar preparado (y para eso no es malo ir ganando dinero con lo que sabemos hacer hoy) Habrá que invertir en lo que sea lo mejor para competir en el mercado que se configure. Y escojamos.

Pero el Offset no ha muerto aún.

Manuel Gómez

Gerente Procograf

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